viernes, 9 de abril de 2010

Gregorio Castañeda, tan eterno como el mar

Imagen tomada de Huellas 11, abril de 1984.


Gregorio Castañeda Aragón nació en Santa Marta el 21 de febrero de 1884 y falleció en Barranquilla el 11 de agosto de 1960. Desde primaria estudió en Ciénaga y en Barranquilla. Fue educador—fundó el Instituto San Juan de Córdoba en Ciénaga en 1933—; funcionario público y, principalmente, diplomático en Ecuador, Brasil, Panamá, Guatemala y Costa Rica. Periodista, escribió varios libros de crónicas, memorias, cuentos y novelas. Traducía del inglés, francés, italiano y portugués, especialmente a poetas clásicos. Perteneció al grupo de la Revista Voces, de Barranquilla. Sus libros de versos: Máscaras de bronce (1916); Campanas de gloria (1919); Rincones de mar (1925); Orquesta negra (1931); Faro (1931); Canciones del litoral (1939); Mástiles al sol (1940); Islas flotantes (1959). En 1994 el Instituto de Cultura del Magdalena publicó Gregorio Castañeda Aragón, poeta del mar preparado por Rafael Darío Jiménez.

Castañeda Aragón fue un hombre que debido a trabajos diplomáticos viajó a muchos países del mundo, y esa vida de viajero lo marcó profundamente. El marinero y su estilo de vida, vida que él experimentó y que, según lo que se puede leer en su obra, siempre quiso llevar, es uno de sus temas recurrentes en sus poemas. Tomemos como ejemplo una estrofa de su poema Flota negra:

Los hombres tristes que mataron

su ansia aguda de navegar,

los que todo lo conocieron,

de nuevo un día viajarán

en esos barcos que se hundieron

a fuego, mina o tempestad,

en los náufragos buques idos

al fondo lívido del mar.

En varios de sus poemas se puede observar su amor por la región en donde vive, más específicamente por su ciudad y el mar que la rodea. A este mar y a todo lo relacionado con él dedicó gran parte de los poemas que escribió a lo largo de su vida, razón por la cual fue llamado “el poeta del mar”. Uno de esos poemas es La costa triste, del cual presento las primeras estrofas:

Yo vi un día una costa de rubos y de breñas

entre un mar de borrascas y un cielo de penumbra

ahumado como el triángulo de las velas norteñas

que van a las remotas radas que el sol no alumbra.

Resplandores de rojos crepúsculos abiertos

bajo solares climas, ponen su augusta gala

en los tramontos grises, pero campos desiertos

pronto el astral efluvio entre brumas señala.

No obstante, Castañeda Aragón no sólo dedicó su poesía al mar, sino también a algunos elementos tradicionales de la poesía como el amor, personajes célebres, tierras lejanas (influencia de sus viajes), entre otros. Podemos rastrear tales temas en uno de sus primeros poemas, Alaba a una pastora amiga del poeta, donde hace culto a la belleza femenina:

Eres fértil. Y eres igual que la temprana

flora de estas campiñas donde el amor se acendra:

tu cuerpo, en cuyo intenso despertar la mañana

sonríe, huele a sándalo y a geranio y a almendra.

Nunca había leído poemas tan bellos como los que este hombre escribió para honrar a ese mar azul que conoció plenamente y los deseos que tenía de vivir junto a él hasta el día de su muerte. La verdad, su obra en general lo convierte en uno de los más grandes poetas del país, especialmente por la originalidad y novedad de sus temas, que lo hicieron un escritor diferente a los demás. Para mí, la pasión con la que Castañeda Aragón describió sus sentimientos por el húmedo horizonte es aquello que permite que, cincuenta años después de su muerte, su obra continúe viva, y sus palabras lleguen a los oídos y corazones de nuevas generaciones, porque estoy seguro que sus poemas serán leídos por siempre.

Para terminar, dejo estos poemas de Castañeda Aragón, para que experimenten su obra.

Alaba a una amiga del poeta pastora

Eres fértil. Y eres igual que la temprana

flora de estas campiñas donde el amor se acendra:

tu cuerpo, en cuyo intenso despertar la mañana

sonríe, huele a sándalo y a geranio y a almendra.

No oyó flauta más clara tarde montesina

que tu palabra, música donde ríe la innata

frescura melodiosa del agua cantarina

que arrastra sus nerviosos cascabeles de plata.

Tú, Cloe o Amarilis, has de amar sus estrellas,

y en las noches del bosque Pan siguiendo tus huellas

dirá un canto preférito que tu nombre recuerde;

Soñarás junto al agua de los mudos remansos

y un día, al tibio aliento de los ganados mansos,

te entregarás medrosa sobre hierba verde…

La costa triste

Yo vi un día una costa de rubos y de breñas

entre un mar de borrascas y un cielo de penumbra

ahumado como el triángulo de las velas norteñas

que van a las remotas radas que el sol no alumbra.

Resplandores de rojos crepúsculos abiertos

bajo solares climas, ponen su augusta gala

en los tramontos grises, pero campos desiertos

pronto el astral efluvio entre brumas señala.

De noche, entre las piedras, el leproso y la bruja

de la aldea persiguen los crustáceos. Estruja

sus sombras la medrosa llamarada de un cuelmo.

Y pintado las aguas que apestan a sentina,

en el mayor de un lugre fulgura a la sordina

el resplandor diabólico del fuego de San Telmo.

Requiescat del marino

Marino, una noche

te vi sepultar

en el lóbrego y claro

sepulcro del mar.

Requiescat, marino

por siempre jamás!

Cuatro olas bullentes

tu caja de luz.

Algas y madréporas

jardín de tu cruz.

Requiescat, marino,

entre azul y azul!

Mortaja la bruma,

la estrella cirial.

Responso la sorda

voz del vendaval.

Requiescat, marino,

requiescat en paz.

Flota negra

Los hombres tristes que mataron

su ansia aguda de navegar,

los que todo lo conocieron,

de nuevo un día viajarán

en esos barcos que se hundieron

a fuego, mina o tempestad,

en los náufragos buques idos

Y surgirán humo y banderas

que enantes viera el sol flotar

y ágiles, rápidas, las hélices

partiendo el agua rotarán…

Por derroteros ignorados

esos navíos del azar,

sin cartas, brújulas ni anclas

en su viaje, ¿a dónde irán?

Se le verá en las claras noches,

desde otros barcos ambular

como siluetas de la bruma

que el viento empuja sin cesar,

sonando afónicas sirenas

que nada pueden anunciar,

buscando radas que no existen

de litoral en litoral.

Canto será – si un marinero

canta – de niebla y soledad.

Estará el capitán borracho

de agria ginebra de Amsterdam

y a los viajeros vaya risa,

vaya risa que les dará,

el pensar en el S.O.S.

o en la aguja de marear.

Los trasatlánticos perdidos,

que fueran palacios del mar,

serán la flota de un turismo

macabro hasta decir no más,

sin ingleses con amuletos

de los negros del Senegal

ni rubias mises que hagan fotos

para souvenirs de voyage.

Nocturno marino

Cuando ya fue de noche,

como surgen estrellas

nos desnudamos.

Una ola era negra.

Otra ola era blanca.

Lejos la costa oscura

perfilaba su curva.

Y tú ibas blanca

y resplandeciente

y desnuda.

Tras la barca

pesada y lenta

venía un rumor.

Eran las voces

de la tierra.

Y aquellas voces nos seguían

en una adormecida canción.

- Dejadnos, dejadnos, dijimos.

Somos como meteoros

náufragos de otros cielos,

no más…

Fuentes

http://www.lablaa.org/blaavirtual/literatura/quien/quien3b.htm

Instituto de Cultura del Magdalena. 1994. Gregorio Castañeda Aragón, Poeta del Mar. Gráficas Gutenberg Ltda. Santa Marta, Colombia. Págs. 12-13, 22, 113, 264-266, 288-289.

Rafael Salcedo Castañeda. Abril de 1984. Gregorio Castañeda Aragón, el poeta del mar. Huellas 11. Uninorte. Barranquilla, Colombia.